En la trayectoria de cualquier gran escritor, hay lugares que trascienden la mera geografía y se convierten en parte esencial de su obra. En el caso de Mario Vargas Llosa, esos parajes no fueron simples telones de fondo, sino escenarios donde se forjó su mirada crítica y nutrió su sensibilidad narrativa. Cada ciudad, cada rincón del Perú que alguna vez recorrió, dejó en él una huella profunda.
Sin embargo, estos lugares no se agotan en la anécdota biográfica. Siguen latiendo en sus libros, poblados por personajes que avanzan entre lo real y lo ficticio. ¿Qué tienen para que, décadas después, continúen resonando en cada página? ¿Qué vislumbró Vargas Llosa en ellos que hizo de esos paisajes materia literaria universal? Hoy te invitamos a seguir sus pasos por los escenarios que no solo inspiraron su pluma, sino que también ilustran la esencia de su obra y su país.
I. Arequipa: Los orígenes del Nobel
El nacimiento de un narrador
Mario Vargas Llosa llegó al mundo el 28 de marzo de 1936 en la ciudad blanca de Arequipa. Su primera casa se ubicó en la Avenida Parra 101. Se trataba de un inmueble que con el tiempo se convertiría en museo.

Desde esa casona, seguramente su vista alcanzaba la campiña y el imponente perfil del volcán Misti, que parecía custodiar su infancia. Años después, Vargas Llosa reconocería que el carácter arequipeño, forjado entre la piedra blanca y el fuego de los volcanes, moldeó también su temperamento.
La Casa Museo Mario Vargas Llosa
Quienes desean conocer el primer capítulo en la vida del Nobel pueden visitar la Casa Museo Mario Vargas Llosa. Esta residencia, inaugurada en 2014, fue adaptada para sumergir al visitante en la historia del escritor y cuenta de los siguientes ambientes:
- 17 salas interactivas con manuscritos, fotografías y objetos personales.
- Hologramas de Vargas Llosa narrando episodios clave de su vida.
- Proyecciones en 3D que recrean momentos como su niñez o la entrega del Premio Nobel.
Cada sala revela algo más que fechas: permite sentir la evolución del niño que nació en Arequipa hasta convertirse en el autor de Conversación en La Catedral.

Recomendaciones
- Visita la Casa Museo y disfruta de la tecnología inmersiva.
- Recorre el Centro Histórico, Patrimonio de la Humanidad, y siente el peso de los muros de sillar.
- Contempla el atardecer sobre el Misti, imaginando a un joven Vargas llosa admirando esa misma montaña desde el Mirador de Yanahuara.
II. Piura: La arena ardiente de ‘La casa verde’
En la vida de Mario Vargas Llosa, Piura no fue solo un destino temporal, sino un territorio que caló hondo en su memoria. A sus catorce años, llegó a esta ciudad norteña para vivir con su madre y su abuelo. Dicho traslado marcó el inicio de su contacto directo con un Perú más cálido, bullicioso y desbordante.
Aquí, joven Mario se encontró con la arena, el sol abrasador y una sociedad que combinaba lo tradicional con la picardía costeña. Esta experiencia se convertiría, años después, en el germen de una de sus obras más celebradas: “La Casa Verde”.
La Piura de ‘La casa verde’: Calor, deseo y pecado
Publicada en 1966, La casa verde es la segunda novela de Vargas Llosa y una de las que consolidó su prestigio internacional. La historia transcurre entre dos mundos opuestos:
- Piura, árida y calurosa, dominada por la moral ambigua de sus habitantes.
- Santa María de Nieva, enclave selvático, donde la naturaleza parece devorar al hombre.

El eje que une esas realidades es un burdel legendario, “La casa verde”, erigido por un forastero llamado Anselmo. Este lugar trasciende lo físico; se convierte en símbolo de la trasgresión, el deseo y el escándalo, un espacio donde se desdibujan las fronteras entre la moral y la corrupción.
Aunque la “Casa Verde” es una construcción ficticia, sus ecos se inspiran en las historias que Vargas Llosa escuchó durante sus años en Piura, cuando trabajaba como redactor del diario La Industria, donde recogía noticias policiales y relatos locales. Esos testimonios reales sobre prostíbulos, crímenes y personajes oscuros alimentaron la atmósfera que impregna la novela.
Piura hoy: Siguiendo los pasos del Nobel
Para quienes deseen revivir la Piura que inspiró a Vargas Llosa, la ciudad ofrece pistas que, aunque veladas, aún laten en sus calles. Por ejemplo, el río Piura, que atraviesa la ciudad como un respiro entre la arena, es el mismo que ha visto crecer generaciones de piuranos. Asimismo, el centro histórico conserva esa mezcal de casas de adobe, techos altos y balcones de madera que recuerdan épocas pasadas, transmutadas en Literatura.
III. Lima: Escenarios de ‘La ciudad y los perros’ y ‘Conversación en La Catedral’
La Lima que forjó al novelista
Cuando Mario Vargas Llosa llegó a Lima en 1946, tenía apenas diez años. Traía consigo los recuerdos cálidos de Cochabamba y Piura, pero su arribo a la capital significó un choque. Lima se le presentó como una ciudad fría, cubierta por neblina, con cielos grises y un ambiente dominado por las apariencias y la desigualdad social.
En esas calles conoció por primera vez el peso de las jerarquías y el poder. Allí descubrió que el apellido y la posición económica podían definir el destino de una persona. Fue también donde experimentó, en carne propia, la rigidez de una educación severa y el miedo como método de control. Estas vivencias se convertirían, más adelante, en materia prima para algunas de sus novelas más importantes.
Leoncio Prado: El colegio militar convertido en prisión
A los catorce años, Vargas Llosa ingresó al Colegio Militar Leoncio Prado, ubicado en el Callao. Su padre decidió enviarlo allí con la intención de imponerle disciplina. La vida en el internado fue dura: abusos, peleas, castigos físicos y un código de silencio que castigaba con violencia a quienes rompían la lealtad del grupo.

En ese ambiente se forjó ‘La ciudad y los perros’, su primera gran novela, publicada en 1963. El colegio se convierte en la obra en una metáfora de la sociedad peruana de la época: autoritaria, machista y violenta. La brutalidad no solo se ejercía sobre los más débiles, sino que se consolidaba como el único camino hacia el respeto y el poder.
El bar y la dictadura: ‘Conversación en La Catedral’
Si ‘La ciudad y los perros’ reveló la violencia enquistada en las instituciones, ‘Conversación en La Catedral’ (1969) disecciona la opresión política y moral que asfixiaba a Lima durante la dictadura de Manuel A. Odría (1948-1956).
La novela se construye en torno a una conversación entre Santiago Zavala, un joven desencantado, y Ambrosio, el antiguo chófer de su padre. Durante horas, ambos desgranan sus vidas y, en paralelo, exponen las redes de corrupción que dominaban el país. Ese diálogo se desarrolla en el bar La Catedral, un espacio real que existió en la avenida Alfonso Ugarte, cerca de la Plaza Dos de Mayo.
Frecuentado por estudiantes, obreros, periodistas e intelectuales, el bar fue, en los años 50 y 60, refugio de discusiones políticas y confesiones a media voz. Allí se gestaron debates sobre el rumbo del Perú, que quedaron grabados en la memoria del autor y luego fueron transfigurados en su obra.

Recorrer Lima con los ojos de Vargas Llosa
El visitante que explora los escenarios de las historias de Vargas Llosa no solo descubre la inspiración del autor, sino que también palpa las tensiones de una ciudad que todavía oscila entre el orden y el caos, entre la esperanza y el desencanto.
Algunas recomendaciones para el viajero son:
- Visitar el Colegio Militar Leoncio Prado: Frente al mar del Callao, donde aún resuenan las historias de los cadetes.
- Caminar por el jirón Renovación: Antiguo jirón Huatica, en La Victoria, que evoca la vida nocturna descrita en ‘La ciudad y los perros’.
- Acercarse al local abandonado del bar La Catedral: En la avenida Alfonso Ugarte 206, junto a la Plaza Dos de Mayo. Aunque el sitio ya no funcione, es un punto clave en la historia literaria peruana.
Cada rincón guarda algo de ese Lima que Vargas Llosa narró: una ciudad que puede asfixiar, pero también impulsar a quienes buscan entenderla y transformarla.
IV. La Amazonía Peruana: ‘Pantaleón y las visitadoras’
A finales de los años 50, Vargas Llosa escuchó por primera vez la historia de un servicio militar secreto en la Amazonía peruana: un sistema organizado para trasladar prostitutas a las guarniciones aisladas y calmar la tensión sexual de los soldados. Ese relato, tan crudo como absurdo, se convirtió en la chispa que años después daría vida a ‘Pantaleón y las visitadoras’.

La novela cuenta las peripecias del capitán Pantaleón Pantoja, encargado de implementar este servicio con eficiencia militar y discreción absoluta, mientras el erotismo y la corrupción van envolviendo su vida.
Escenarios reales que inspiraron la novela
- Iquitos: Capital de Loreto, es la ciudad que Vargas Llosa conoció en sus viajes a la Amazonía. En la novela, es la base de operaciones de Pantaleón, con sus calles bulliciosas, su puerto ribereño y el mercado de Belén, donde la vida cotidiana vibra con la fuerza de la selva.
- Río Amazonas y sus afluentes: Los viajes fluviales de las “visitadoras” reflejan la realidad de las guarniciones militares ubicadas en puntos remotos, solo accesibles por embarcaciones.
- Puestos de frontera: Aunque los nombres son ficticios, representan las verdaderas bases militares diseminadas a lo largo del río, donde el aislamiento y el calor ponían a prueba la resistencia de los soldados.
Datos clave sobre el proceso creativo
- Vargas Llosa viajó a la selva en 1958 y regresó en 1964 para profundizar en la realidad militar y social de la Amazonía.
- Durante esos viajes, recogió testimonios de oficiales, soldados y pobladores ribereños, quienes le relataron historias sobre las dificultades de la vida castrense en la selva.
- La mezcla entre el humor y el trasfondo opresivo en la novela es resultado directo de esas experiencias de campo, que le permitieron retratar la tensión entre el orden militar y el caos de la naturaleza.
V. Los paisajes de ‘Le dedico mi silencio’: La última novela de Vargas Llosa
El Perú de la música y la memoria
En ‘Le dedico mi silencio’ (2023), la última novela de Mario Vargas Llosa, el escritor rinde homenaje a la música criolla peruana y al alma mestiza del país. El vals, las guitarras y las voces que llenan las peñas limeñas son los hilos que tejen esta historia final, pero también la expresión de un deseo profundo del autor: un Perú unido, reconciliado en su diversidad.

El protagonista, Toño Azpilcueta, periodista y amante de la música, reconstruye la vida del guitarrista legendario Lalo Molfino, mientras recorre calles, pueblos y recuerdos en busca de la perfección criolla y de un país donde la belleza del arte venza a la violencia. Ese viaje lo lleva por los rincones de Lima, las costas norteñas y el Perú herido de 1992, escenarios que Vargas Llosa quiso convertir en su testamento literario.
Lima: Peñas, callejones y el latido criollo
El corazón de la novela late en Lima, cuna de la música criolla y escenario de las tensiones sociales que marcaron los años noventa. Azpilcueta vive en Villa El Salvador, un distrito popular nacido de las invasiones migrantes, símbolo de lucha y resistencia en el sur de la ciudad. Allí, las casas de ladrillo y los mercados improvisados conviven con el temor a la violencia, mientras los vecinos buscan en la música un respiro.
Sin embargo, es en Barranco y el Centro Histórico de Lima donde el vals y la jarana se niegan a morir. En las peñas, las guitarras dialogan con las voces roncas de cantores, mientras el pisco recorre las mesas y las palmas marcan el compás. La música, en medio del caos político y el miedo a los atentados, se convierte en refugio y en afirmación de identidad.
Lugares de Lima presentes en la novela:
- Villa El Salvador: Barrio obrero, reflejo del esfuerzo migrante y las cicatrices del conflicto.
- Barranco: Distrito bohemio, con sus bares, peñas y balcones frente al mar.
- Centro Histórico: Escenario de la historia política del Perú y cuna de los grandes intérpretes criollos.

Chiclayo y Puerto Eten: La costa norte y el mito de Molfino
El viaje de Azpilcueta en busca de Lalo Molfino, el guitarrista de técnica perfecta y vida misteriosa, lo conduce al norte del Perú, donde la brisa marina se mezcla con el sabor a ceviche. En Chiclayo, la ciudad bulliciosa y hospitalaria, los días son calurosos y las noches se llenan de guitarras y cajones, mientras las historias sobre músicos se transmiten como relatos de familia.
Escenarios del norte peruano en la novela
- Chiclayo: Ciudad de mercados vibrantes y tradiciones costeñas, donde las guitarras acompañan tanto las fiestas como las penas.
- Puerto Eten: Pequeño puerto, donde el rumor del océano se mezcla con la memoria de músicos excepcionales.
En estos paisajes, el sonido criollo adquiere otro matiz: Es el eco de los que se fueron y el lamento de los que se quedaron.
Una despedida con guitarra y cicatrices
‘Le dedico mi silencio’ no es solo la última novela de Mario Vargas Llosa; se trata de su reconciliación con el Perú. El autor, que siempre osciló entre la crítica y el amor por su país, cierra su trayectoria narrativa rindiendo homenaje a la música que mejor expresa el alma peruana.

Asimismo, la dedicatoria a Patricia Llosa, su exesposa, trasluce también una necesidad personal de reconciliación, un deseo de cerrar ciclos personales y nacionales. Dicho gesto refleja la esencia de la obra: Un Perú que carga cicatrices, pero que podría sanar si logra cantar al unísono.
Con este adiós, Vargas Llosa se retira de la ficción, pero deja resonando su última jarana: la esperanza de que el arte —como el vals criollo— logre unir lo que la historia separó.
Tras los pasos de Vargas Llosa: Paisajes que laten en sus páginas
Los escenarios que inspiraron la obra de Mario Vargas Llosa no son simples referentes geográficos, sino territorios donde historia, memoria y creación literaria discurren entre casas solariegas, y ríos enigmáticos en lo más profundo de la Amazonía. En cada uno de estos lugares se guardan huellas de lucha, sueños y contradicciones, pero, sobre todo, la vitalidad que Vargas Llosa elevó a literatura universal.
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