Ubicada en el corazón de la ciudad imperial, la Catedral del Cusco es un monumento que no solo refleja la grandeza arquitectónica de la época colonial, sino que también cuenta la historia de una cultura que, a través de la fusión de sus raíces andinas e influencia católica, dejó una huella indeleble en el arte sagrado. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, la Catedral es un testimonio tangible del sincretismo cultural que caracteriza a la ciudad. En este artículo, te invitamos a recorrer su fascinante historia, su imponente arquitectura y los tesoros artísticos que alberga, destacando su valor como ícono religioso y cultural.
La Historia de la Catedral del Cusco
La historia de la Catedral del Cusco comienza en 1534, cuando los españoles designaron el solar donde se construiría el templo. El lugar originalmente fue ocupado por una estructura incaica conocida como Suntur Wasi, que fue transformada en la Iglesia del Triunfo, el primer sitio donde se celebraron misas en la ciudad. Esta iglesia se convirtió en el punto de referencia de la comunidad cristiana que se estaba asentando en el Cusco, siendo símbolo de la victoria espiritual de los conquistadores sobre la cosmovisión andina.
En el año 1535, Francisco Pizarro decidió asignar el solar donde se levantaría la Iglesia Mayor, ubicado entre las casas de los hermanos Pizarro, en lo que hoy se conoce como el Portal de Panes. No obstante, las limitaciones económicas de la época obligaron a la comunidad a seguir utilizando la estructura inca hasta 1560, fecha cuando comenzó la construcción de la catedral tal como la conocemos hoy.
El proceso de construcción de la Catedral actual comenzó bajo el gobierno del virrey Diego Hurtado de Mendoza y fue largo y complejo, durando más de un siglo debido a dificultades financieras e interrupciones causadas por eventos como el terremoto de 1650. Gran parte de la estructura sufrió daños significativos por el sismo, lo que obligó a importantes trabajos de restauración y consolidación. Durante las etapas iniciales de la obra, se utilizó piedra de la fortaleza de Sacsayhuamán, acto que simbolizó el aprovechamiento de los recursos locales y la dominación del pasado incaico. Finalmente, la catedral fue consagrada e inaugurada en 1668, durante el obispado de Bernardo de Izaguirre, quien desempeñó un papel clave en los últimos años de la construcción. A lo largo de su historia, la Catedral ha sido testigo de eventos cruciales en la vida cusqueña y continúa siendo un punto de convergencia religiosa y cultural.
Arquitectura Colonial del Cusco
La arquitectura colonial de la Catedral del Cusco es una muestra única de cómo los estilos europeos se adaptaron a las realidades locales. Por dar un ejemplo, el diseño de la catedral combina el estilo gótico tardío, visible en las columnas y bóvedas, con elementos del estilo barroco, especialmente en los ornamentos y retablos que decoran su interior. Este sincretismo arquitectónico es reflejo de la forma en que la colonia española buscó imponer su dominio cultural, pero también de cómo los artesanos locales adaptaron y reinterpretaron estos estilos a su realidad.
La Catedral sigue una planta basilical de cruz latina, con tres naves y catorce grandes pilares que soportan la estructura principal. Las dimensiones de la Catedral son impresionantes: 86 metros de largo por 46 metros de ancho. Uno de los aspectos más destacados de su arquitectura es el uso de piedras extraídas de Sacsayhuamán, un símbolo del poder incaico. Estas piedras fueron utilizadas para las bases y cimentación, creando una conexión material entre la época inca y la colonia.
Además de la fachada, el conjunto catedralicio incluye la Iglesia del Triunfo y el Templo de la Sagrada Familia, que complementan la majestuosidad de la Catedral. El interior de esta es igual de impresionante, con sus techos abovedados, altares de plata y detallados retablos que muestran una rica mezcla de influencias artísticas europeas y andinas. El uso de pan de oro y la aplicación de técnicas locales de talla en madera realzan el esplendor del espacio, haciéndolo un lugar de contemplación tanto espiritual como artística.
Una de las joyas arquitectónicas más impresionantes es la cúpula de la Iglesia del Triunfo, estructurada con ladrillos labrados que ofrecen una vista espectacular de su perfección constructiva. También destacan las torres campanarias, que albergan campanas como la icónica María Angola, fundida en 1659 y conocida por su resonante repique, que se dice podía escucharse a más de 30 kilómetros de la Plaza de Armas.
Obras de Arte y Tesoros de la Catedral
El interior de la Catedral alberga una vasta colección de obras de arte que no solo representan la devoción religiosa de la época, sino también la maestría de los artistas locales, muchos de los cuales fueron formados bajo la influencia de la Escuela Cusqueña. Este movimiento artístico fusionó las tradiciones europeas con los símbolos y elementos de la cosmovisión andina, creando un arte único y característico del Cusco colonial.
Uno de los tesoros más valiosos de la Catedral es el Retablo del Altar Mayor, elaborado en madera de aliso y recubierto con más de una tonelada de plata procedente de las minas de Chumbivilcas. Este retablo, que fue realizado en 1803, es una muestra de la orfebrería colonial cusqueña, y es uno de los puntos más visitados del templo. La fina labor de los artesanos locales destaca en los detalles minuciosos que adornan este majestuoso altar.
Entre las imágenes religiosas más veneradas se encuentra el Señor de los Temblores, una figura icónica en la devoción cusqueña. Esta imagen de Cristo, conocida también como Taytacha Temblores, se convirtió en el protector de la ciudad tras el devastador terremoto de 1650, cuando su procesión aplacó el sismo y salvó la ciudad de mayores desastres. Desde entonces, cada Lunes Santo, el Señor de los Temblores sale en procesión y es uno de los eventos religiosos más significativos de la ciudad, atrayendo a miles de devotos y turistas.
El retablo de la Virgen de Copacabana, una de las advocaciones marianas más antiguas del continente, es otro de los tesoros artísticos de la Catedral. Este retablo, elaborado en estilo plateresco, es una representación clara de la fusión entre las influencias europeas y andinas que define el arte sacro en el Cusco. Además, otros retablos como el del Señor de la Caída y el de la Virgen Dolorosa muestran un trabajo detallado en pan de oro y la incorporación de espejos, elementos que aportan luz y brillo a las imágenes representadas.
La Escuela Cusqueña está muy presente en las paredes de la Catedral, especialmente en los lienzos que adornan sus capillas y naves. Artistas como Diego Quispe Tito y Marcos Zapata dejaron su huella en los retablos y pinturas que decoran la iglesia. Uno de los conjuntos pictóricos más notables es la serie de Letanías Lauretanas, una obra maestra de Marcos Zapata, que representa diversas alabanzas marianas con un estilo único que combina influencias europeas y elementos locales.
Sincretismo Cultural y Religioso
La Catedral del Cusco no solo es un ejemplo de arquitectura colonial; es también una representación del profundo sincretismo cultural y religioso que define la identidad de la ciudad. Desde su construcción sobre los cimientos de un templo incaico hasta la incorporación de elementos andinos en las imágenes y esculturas, la Catedral es un lugar donde dos mundos, el andino y el europeo, convergen.
Este sincretismo se manifiesta en muchas de las obras de arte presentes en la Catedral. Por ejemplo, la imagen de la Virgen de Belén, con su forma piramidal, ha sido interpretada como una representación de los apus o montañas sagradas en la cosmovisión andina. Asimismo, el uso de flores como el ñucchu, que eran sagradas para los incas, en la procesión del Señor de los Temblores, muestra cómo las tradiciones locales fueron adaptadas al cristianismo.
Otro ejemplo claro de sincretismo es el coro de la Catedral, donde las imágenes de la Pachamama y otros símbolos andinos fueron discretamente incorporados en las tallas de santos y vírgenes. Estos detalles no solo enriquecen la experiencia visual, sino que también mantienen viva la memoria de la cosmovisión incaica dentro de un espacio de adoración cristiana.
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